jueves, 8 de julio de 2010

3er Encuentro: Una visita normal.

Estaba caminando lentamente por la senda que llevaba a la casa, me pare a unos cuantos metros de la casa que estaba en la playa, nuevamente sentí la necesidad de dar la vuelta e irme por donde vine, pero la luz de la casa ya estaba encendida, me estabas esperando. Seguí el camino hasta llegar a la casa, con sumo nerviosismo asome mi cabeza por la ventana, tu estabas allí, fumando como de costumbre, el aroma del humo se filtro por mi nariz, ese aroma que de una forma muy peculiar me daba la bienvenida, entre a la casa, me quite los zapatos y me senté en el sillón, tú me alcanzaste una taza de té de manzanilla y te sentaste frente a mí.

-Pareces molesta dijiste.
-No, no lo estoy. Te conteste mientras tomaba tu mano para asegurarte que estaba todo normal. -Te extrañe, que tal tu día? Cómo estuvo tu tarde? Cuéntamelo todo? sonreí
-Normal, bañe a mi perro, llene unos sacos con arena, le di vueltas a la manzana, limpie mi cuarto, y en la tarde fui al parque a encontrarme con los de siempre. Y tú?
-Yo leí un libro, fui a estudiar y volví a casa, tome mucho café. En ese momento sentí ganas de despertar y ya no verte nuevamente me había invadido la inseguridad de no saberte mío, y me sentí atormentada por estar allí junto a ti.
-Has pensado en lo que te dije? dijiste con ansias, aparentemente yo no estaba cuando me lo dijiste, porque no lo recordaba.
-No, te dije no lo he pensado. Como si una parte de mi si supiera de lo que estabas hablando
-Vamos a la cocina, temes que comer algo,
-No tengo hambre, te dije desgastada, comí antes de venir.

Era como si no tuviéramos nada de qué hablar, o como si ambos no quisiéramos hacerlo, no sé porque pero mi mente no dejaba de pensar en lo mucho que te quería, y tu parecías escuchar lo que mi mente decía.

Te levantaste del sillón y me tomaste entre tus brazos, en ese momento se me hizo el lugar más tranquilo y feliz del universo, porque me aseguraban que estabas allí junto a mí. Tu olor como a anís mezclado con hierba y colonia, me invadió por completo esa mezcla dulce y tostada que convinada solo hacía que yo me volviera más loca por estar junto a ti, pues eras la única persona que yo había conocido hasta ahora capaz de hacer que esos olores confinaran, tu olor invadió todo mi ser recosté mi cabeza en tu pecho y tu susurraste algo inentendible. Creo que fue te quiero, pues yo te conteste y yo a ti.

Cada escapada juntos estaba haciendo que yo te quisiera mas, en poco tiempo estos encuentros fortuitos iban a ser algo rutinario, me sentía completamente insegura y absolutamente tonta, decirme te quiero brotaba de tu boca como algo tan natural.

Decidiste salir de la casa, ir al pueblito que estaba cerca de esa playa a comprar donas, las cosas dulces te gustan mucho, yo decidí quedarme en casa a esperarte, pero tu insististe en que te acompañara, me puse de pie un poco molesta porque no me gusta caminar, me lanzaste tu sonrisa mas chantajista, la que sabes que no puedo resistir y que para añadir encanto siempre me pone de buen humor, caminamos hacia la puerta y en silencio nos dirigimos hacia el pequeño pueblo. Llegamos pronto, compraste los dulces panecillos que tanto te gustaban y regresamos, con tranquilidad por los senderos a la casa.

Comimos y nos sentamos a ver televisión, a veces nuestras vidas parecían tan insulsas cuando se mezclaban, la tuya con la mía, separados éramos personas diferentes, pero yo me sentía feliz.

Estaba divagando cuando tu mano alcanzo mi cintura, rodeo mi cuerpo con facilidad, tu cara emocionada desprovista de inhibiciones se acerco lentamente a la mía, plantaste un beso firme, seguro y tibio en mi boca, acariciaste mi pelo y me llevaste a consumirme en el placer de tus caricias.

Me solté de entre tus brazos, me levante y me coloque la ropa, salí en silencio esperando tener la fuerza para no regresar nunca más. Yo sabía que en cuanto me llamaras yo iba a volver a llegar, pero por el momento mi firmeza estaba en no volverte a ver.

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