miércoles, 24 de noviembre de 2010

[ 2 ] La cuerda cósmica.

Un mes había pasado desde que mi corazón se había despedido, mi mente estaba sumida en un letargo de nada, solo existían los trabajos y las tareas, a veces para entretenerla recurría a la televisión y la música, no era la mejor forma de hacerlo, pero era lo único que la callaba, todos los días ella se despertaba temprano y me recordaba cómo había dejado que corazón se marchara. En pocos instantes lo olvidaba, ya que ahora las conexiones neuronales no procesaban sentimientos, era fácil pues la culpa, la ira, y el dolor no existían, mucho menos tristeza. Los fines de semana había salido a alcoholizarme en las distintas “cafeterías” de la ciudad, pero ya nada podía hacerme sentir.


Era una tarde esplendida, el sol brillaba y las nubes se veían color magenta con tonos purpuras, naranjas y amarillos, era hermoso, yo estaba luchando por escribir un poco de lo que fuera en un cuaderno viejo, cuando tocaron el timbre de la casa, bajé las gradas y vi como un sobre se deslizaba por debajo de la puerta, en el sobre se dibujaba una caligrafía clara y muy estilizada, era mi nombre.

Adentro se encontraba la imagen de una casa, había un perro acostado en el balcón, era un french poodle gris, en la foto yo estaba parada afuera de puntillas, viendo hacia adentro. Adjunto a la foto había una nota que decía:

Amada Claudia, he estado muy bien, he viajado mucho y he conocido muchos lugares, e infinidad de personas, solo quería que supieras que estoy bien y que no temas ser lastimada de nuevo, también quisiera pedirte un favor, ya que estando de viaje note un par de cosas que creo que tu deberías saber. El favor consiste en lo siguiente: Retrocede en el tiempo diez años, y visita la casa de la foto. Cuando estés allí todo se volverá claro.

A mi mente vino un artículo que había leído hace unos años sobre la teoría especial de la relatividad, desafortunadamente esta teoría planteaba que solamente se podía viajar al futuro. Entonces tengo que encontrar una forma de mover mis partículas a través del espacio y el tiempo, pero en retroceso.

Decidí salir de la casa para despejar un poco mi mente, camine un aproximado de media hora cuando encontré una ferretería, sin saber realmente que era lo que iba a comprar, entre y sin saber muy bien cómo se me ocurrió pero pedí una cuerda cósmica. Fue muy sorprendente cuando el encargado de la ferretería fue a la parte trasera y saco una caja, que tenía escrito en letras grandes: CUERDA CÓSMICA. (manéjese con precaución) .

Llegue a la casa y cene rápidamente, quería ir inmediatamente a ver como usar la cuerda cósmica lo cual resulto ser mas fácil de lo que creí, primero hice una prueba, amarre un extremo a la perilla de la puerta, y el otro lo sostuve con mi mano derecha, y con el dedo índice de la otra mano la hice vibrar suavemente, inmediatamente me encontré parada afuera de la cocina, y nuevamente la cena estaba servida, regrese corriendo a mi cuarto, había encontrado la forma de viajar al pasado, ahora tenía que encontrar la forma de volver al futuro. Ya era tarde y mi mente y mi cuerpo estaban cansados, al parecer los viajes en el tiempo son terribles para la mente y el cuerpo, me coloque la ropa de dormir y me metí en la cama, intentando imaginar cómo podría hacer para no quedarme atrapada en el pasado, encendí el estéreo y el disco In Rainbows empezó a sonar, me quede dormida en poco tiempo.

sábado, 13 de noviembre de 2010

[ 1 ] El plan maestro: LA HUIDA

Dicen las malas lenguas que mi rostro oculta una chispa indescriptible, y que tengo una gracia admirable, que mi mente es un foco de inmenso fulgor y que mi imaginación es interminable, pero dicen también que soy incapaz de enamorarme, que soy un pequeño trozo de humano que perdió su corazón en alguna parte. No me importa si las malas lenguas ven en mi, chispa o gracia, pero me preocupa que hayan notado que no tengo corazón.

Pues mi corazón está oculto desde hace mucho tiempo, decidió salir de mi cuerpo para no permitir que alguien lo dañe. Fue una maniobra muy fácil en realidad, no requerí de grandes ritos, ni rezos, ni encantamientos, mucho menos el uso del bisturí como hacen las personas de otros ámbitos. Lo mas difícil fue la parte en la que el tuvo que convencerme de marcharse, pero como él es un pequeño muy obstinado acabe diciéndole que se podía ir, después de todo sus argumentos fueron muy convincentes.

La huida fue una noche, hace un aproximado de cuatro o cinco años, fue la tercera semana de junio, lo recuerdo casi como si hubiera sido ayer, pero claro un acto tan importante no se olvida fácilmente, mi corazón empaco lo siguiente: un paquete pequeño que contenía muchos recuerdos de mi niñez, una bolsita donde estaban algunos de los cariños de mi madre, y mis abuelos, un frasquito con un liquido transparente, y estaba etiquetado como “honestidad”, en una cajita metió un poco de valentía, y se llevo una gran caja de temor.

Esa tarde había procurado mantener a mi mente ocupada, muchas tareas, ensayos y trabajos, la habían dejado abatida, después de eso me dedique a ver televisión, el plan ya estaba en marcha y no podía hecharme para atras. Era necesario cansar a mi mente, porque ella al igual que mi corazon es una pequeña muy testaruda, seguramente no iba a dejar que el se marchara sin antes entrar en batalla, y que complicado hubiera sido eso.

Pude sentir como mi corazón se puso de puntillas y empezó a trepar por mi garganta, afortunadamente no tenía que hablar en ese momento pues sentía como si me hubiera tragado una manzana entera. No estoy segura de cómo lo hizo pero llego hasta mis orejas, y en dos instantes estaba parado frente a mí, no era muy grande, pero tampoco era muy pequeño, y no era de color rojo como lo pintan en las clases de biología, era mas bien de un color anaranjado llamativo, y vaya sorpresa la que me lleve cuando me di cuenta de que no olía a sangre como yo imaginaba, era más como un olor a vainilla, mezclado con un poco de canela. Se me quedo viendo fijamente y levanto su mano, toco mi mejilla y me dijo:

-Te prometo que no volverás a derramar ni una sola lágrima por mí, las almohadas de tu cama ahora estarán siempre secas, y yo viviré feliz en una hermosa isla tropical. Martha, viviré la vida que siempre he deseado y tu podrás vivir tranquila, nuestra conexión estará un poco lejana, pero existirá, y yo acudiré a ti cada vez que me necesites.

Lo vi fijamente, recuerdo que me sentí muy preocupada, estaba a punto de dejar que mi corazón se marchara, eso implicaba que de ahora en adelante solo iba a ser un cascaron, frio como el mármol y seco como las hojas caídas de un árbol, en poco tiempo empece a notar todas las cosas buenas que este trato podría traer, entonces una pregunta surgió, y como mi mente estaba agotada, y no quería despertarla deje que mi boca preguntara sin pensar mucho.

-Solo necesito saber como llamarte? No creo que sea tan buena idea que te vayas tan lejos, y si te necesito?

-Pues si me necesitas solo me llamas y listo.

-Pero como te llamo?

-Tu lo sabrás.

-Odio cuando hay tanto misterio, y como lo sabré? Oh ya se en el momento adecuado la iluminación llegara a mi y mágicamente sabré como llamarte?

-Siempre el sarcasmo, creo que debí empacar un poco de eso, pero si, básicamente asi funciona, o podrías intentar llamarme. Extendió su mano y me entrego una tarjeta con un numero de teléfono o algo similar.

-uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho… veintisiete? Son veintisiete dígitos corazón… como hago para llamarte? En ese instante el corazón me señalo la cabeza y entendí inmediatamente a que se refería.

Hizo una leve reverencia y empezó a caminar hacia la puerta, la reverencia me pareció un poco exagerada, pero después de todo era un educado y buen corazón, lo vi alejarse con mis miedos, y empecé a sentir una gran calma, todo estaría mejor, me quite el pantalón y la blusa, me coloque la ropa de dormir y me metí en la cama, la cama todavía tenía su olor, el olor de la persona que había hecho que mi corazón se marchara, pero ahora era solo un olor mas, no significaba nada para mi, cerré los ojos y por primera vez en meses pude dormir tranquila.

Al día siguiente me levante y camine hacia la cocina como siempre lo hacía, vivía en una casa enorme de tipo colonial, era hermosa, estaba llena de plantas y en la terraza yo podía sentarme tranquila a meditar, o solo pasar el tiempo, mi plato estaba en la mesa, lo tome y subí a desayunar a la terraza como hacia los días en los que había sol, llegue y me quite los zapatos para sentir el sol en los pies, amaba ese sentimiento, pero no lo sentí, sentí el calor en los pies, pero no sentía la felicidad que me provocaba esa sensación. Durante breves momentos me sentí consternada, y entonces recordé que la noche anterior mi corazón había partido...

jueves, 11 de noviembre de 2010

15vo. Mi mejor amigo.

Yo estaba sentada en tu cama, la cama que siempre me acoge cuando todo parece que se viene encima, cuando las tristezas inundan mi cabeza y cuando la soledad, con la que solía compartir mi tiempo y era mi amiga se ha convertido en una despreciable rival, con la que me es imposible seguir luchando.


Estabas sentado en la orilla de la cama, tocabas hábilmente la guitarra, mientras cantabas una triste canción de amor, la soledad se escuchaba en tu voz, la tristeza desbordaba en cada nota, giraste tu hermoso rostro hacia mi y sonreíste, seguiste cantando y tocando, pero sin quitar tu mirada de mi, yo estaba absorta en tus ojos, esperando no perderme ni una sola de tus notas, ni una sola de tus palabras, pues sabía que eran para mi.

Dejaste de tocar, colocaste la guitarra al lado de la computadora y te acostaste a la par mía, por un instante me temblaron las piernas, como hace quince años cuando te vi por primera vez, tomaste mi mano y rodeaste tu cuello con mi brazo, por instinto mi otro brazo decidió abrazarte, supongo que se sintió triste solo estando sobre mi abdomen. Tu cuerpo tibio se encargo de entibiar el mío, mi cabeza encontró el eterno lugar sobre tu pecho donde siempre se escucha la dulce melodía de tu corazón, tu lenta respiración acompaña la tonada.

-Qué te paso? Me preguntaste con ese tono condescendiente que yo odio tanto.

-Nada. Dije intentando contenerme de romper en llanto como siempre hacía cuando me encontraba en sus brazos.

-Estas segura?

-Si.

-Siempre has sido muy mala mintiendo.

-Es posible

-Vamos a ver, que puede tenerte así?

-No entiendo por qué quieres hablar de eso, es algo que ya paso, y que no vale la pena recordar.

-Es increíble que hables así, debía hacerte mucho daño, para que no quieras hablar de eso.

-Soy tan predecible.

-Después de trece años, claro que si.

-Gabriel?

-Si?

-Puedes cantar la canción?

-Qué canción? La numero ocho?

-Si esa.

-No.

-Por qué?

-Esa canción siempre te hace llorar, es como un detonante para una inundación de lágrimas, y yo no quiero ahogarme acá, no me siento listo para morir.

No pude contenerme y solté una carcajada, tienes esa espectacular habilidad para hacerme reír en los peores momentos. Colocaste tus brazos alrededor de mi cuerpo, y con una mano acariciaste mi pelo, me diste un beso en la frente y repentinamente golpeaste la parte posterior de mi cabeza.

-OUCH! Qué te pasa?

-Nada, solo creí que era conveniente un golpecito para hacerte despertar.

Reí nuevamente, aunque el maltrato físico jamás ha sido uno de mis métodos favoritos, en este caso funciono bastante bien, me acurruque entre tus brazos, tu olor era distinto, ya no olías a grafito de lápiz y crayones de cera, ahora olías a colonia, tinta, lápiz y papel. Acariciaste mi pelo y nuevamente besaste mi frente, cerré los ojos, escuchándote tararear la canción número ocho del disco que escuchábamos todas las tardes como tontos enamorados, quien diría que después de todo tu secarías mis lágrimas, todo se torno negro, nuevamente pude ver un rostro conocido, un rostro que extrañaba, eras tu, estabas parado frente a una casa de madera, Gabriel dejo de existir como siempre sucede cuando tu apareces y nuevamente estaba en tus brazos.