martes, 21 de septiembre de 2010

13vo. Encuentro: La casa voladora

Por la ventana de mi cuarto entraba la luz del foco de la calle, alumbraba los relieves del techo, creando figuras difusas, un poco escalofriantes, un par de cabezas y unas manos se posaron sobre mí de forma amenazante, lentamente se fueron transformando en paquidermos alados con flores en los costados, coloque mi cabeza en la almohada y los elefantes con lirios rosados me llevaron de la mano al mundo de los sueños.


Nuevamente una noche lluviosa acompañaba mi sueño, estabas parado frente a la puerta de una casa de madera, sostenías una linterna y alumbrabas mi camino, tu camisa verde y los pequeños botones en ella brillaban por el reflejo de la luna, tu sonrisa brillante y transparente iluminaba tu rostro. Caminaba sobre la tierra lodosa, dejando de lado el hecho de estar descalza, mis pies no sentían frio ni molesta, te veía frente a mi y mi única preocupación era llegar hasta donde tu estabas, mientras más me acercaba a la casa, podía sentir lo fuerte de tus vibraciones, tu corazón latía un poco apresurado, tu respiración estaba un poco agitada, tu mirada parecía perdida en el horizonte, como si hubiera algo que solamente tu podías ver. Alcance tu mano pues la casa flotaba y yo no era capaz de subir a ella por mi misma.

Me senté en uno de los escalones, e hiciste lo mismo, te tome de la mano la cual estaba terriblemente fría, como si los sentimientos que solían calentar tu cuerpo lo hubieran abandonado por completo y solo quedara el cascaron de lo que algún día fuiste tú, yo no fui capaz de soltar tu mano, aunque lastimaba mis dedos, esperando que mi cuerpo tibio pudiera calentara un poco tu frio ser. La casa empezó a flotar mas alto, tu te pusiste de pie y empezaste a pintar un paisaje en el costado izquierdo de la casa, una luna, un lago y arboles eran los componentes de tu obra de arte, tu mano se movía como al ritmo de una canción, de un lado a otro un pincelazo de un lado y un pincelazo de otro, yo solo podía contemplar la perfección de tus movimientos, era cautivante como cada pincelazo, se unía en perfecta sincronía con los anteriores. La casa descendió lentamente y tu bajaste de ella, tendiste tu mano para que yo también pudiera bajar, y caminamos juntos sin dirección.

lunes, 6 de septiembre de 2010

12vo encuentro: Las velas moradas

Yo estaba sentada en un bus, los asientos de terciopelo rojo me indicaron que no era un bus de mi país, un hombre fumaba en el asiento de a la par, yo me sentía en casa, mientras el bus seguía su curso yo no entendía que era lo que estaba pasando, afuera llovía, rápidamente la lluvia chocaba contra las ventanas del vehículo, provocando sonidos que después de un tiempo se volvieron relajantes.

El bus se detuvo en medio de la nada, y el hombre del asiento de a la par, se bajo rápidamente, cruzo la calle y desapareció, el bus emprendió nuevamente la marcha, y de repente había un hombre sentado frente a mi, y al igual que el hombre anterior este estaba fumando, parecía una chimenea, inhalaba humo exhalaba humo, repitió la acción un centenar de veces, el humo tenía un aroma fresco y agradable, casi adormecedor, y yo me sentí nuevamente como en casa, el humo me envolvía y me calmaba, que clase de tabaco fumaban estos hombres? El humo no me irritaba, por el contrario, yo esperaba que aquel hombre siguiera fumando para que yo pudiera seguir sintiendo el aroma a casa. En poco tiempo llegamos nuevamente a una llanura vacía, la lluvia había aminorado, creí que el hombre de enfrente se iba a bajar, pero el conductor se volteo y me señalo la puerta, yo baje y comencé a caminar, mientras caminaba, un sujeto con suéter verde y pelo corto empezó a caminar a mi lado, caminábamos en silencio, la lluvia humedecía lentamente y mi cabeza, pasaba en los charcos hasta que llegamos a una casa de dos niveles.

Entramos, la casa estaba llena de velas moradas, todas ellas estaban encendidas, me quite el suéter, y lo coloque sobre un sillón blanco, el joven del sudadero verde entro atrás de mi y repitió el acto de quitarse el suéter se sentó en el sillón y con la mano me hizo una seña para que yo hiciera lo mismo. Era una sala grande el piso de madera a veces rechinaba cuando uno caminaba sobre el, habían varios cuadros de distintos colores y formas, un cuadro con varias pinceladas moradas estaba sobre la chimenea, las ventanas de la sala estaban abiertas y el pregunto:

-Qué vamos a cenar?

-Pensé en prepararte pollo agridulce con arroz y papas asadas, que opinas?

-Me agrada la idea, voy a poner la mesa.

-Yo estaba un poco preocupada por ti, la ultima vez que hablamos te veía algo triste, por qué?

-Cosas que pasan.

-No quiere hablar de eso?

-No se, por el momento tengo hambre mejor comamos.

Su cara se veía vacía, y cargada de tristeza, había algo en el que hacia que yo me sintiera en casa, su voz y su mirada confortaban la gran soledad que me invadía, yo te extrañaba, y seguía pensando en ti, tu mirada tu cabello, tu sonrisa, pero en ese momento, con el, era como estar sentada junto a el mas viejo de mis amigos, el silencio hablaba un idioma que solo los dos entendíamos, había paz flotando sobre nosotros, afuera se veían las ramas de un árbol de aguacate y yo divagaba pensando en lo mucho que quería poder abrazarlo, decirle que todo iba a estar bien, todo se fue difuminando lentamente, intente mantenerme junto a el, intente luchar contra el impulso de levantarme quería decirle lo mucho que lo quería y cuanto lo admiraba cuando escuche afuera de mi cuarto:

-Martha te están buscando.

Nuevamente me encontraba en mi cuarto, escuchaba la lluvia en el techo de la casa, y las nubes indicaban que iba a seguir lloviendo, y yo desee poder dormir cinco minutos mas.