lunes, 29 de octubre de 2012

[ 9 ] El lugar de Seth.


La vieja Martha llevaba varios días pensando en mandar por correo a la Martha pusilánime a alguna isla desierta, yo seguía intentando pensar en una forma de empezar el viaje, el problema era que Martha pusilánime lloraba tanto que las ideas para viajar simplemente se humedecían y se ahogaban en mi cabeza, tenía que pensar en el momento exacto al que quería volver, habían tantos momentos perfectos para empezar que no sabía cual. Siempre supe que es mejor empezar por el inicio pero en este caso no estoy segura, si viajaba a ese inicio probablemente ni Martha pusilánime ni yo toleraríamos el viaje.

Mientras tanto en mi mente se encendían y se apagaban los vestigios de la felicidad que Seth llevo a mi vida, era una lucha entre la vieja y la nueva Martha. Poco a poco mientras me sumergía en los planes para viajar, la vieja Martha presionaba a Martha pusilánime para que intentara olvidar que efímera podía ser la felicidad, la nueva Martha lloraba por todos lados y no dejaba de reproducir imágenes en mi mente de Seth y ella.

Mi mente no dejaba de recordarme lo tonta que había sido al haber dejado mi corazón perdido por allí, y yo intentaba hacerle entender que él no estaba perdido, simplemente había decidido continuar su camino lejos de mi, como mis esfuerzos por planear el viaje eran infructuoso por los problemas de la lluvia de lagrimas, mi mente aprovechaba cada minuto de mi tiempo libre para dejar grabado en cada fibra de mi ser como no sentir era no vivir.

La situación empeoraba cada vez mas, eran demasiadas cosas habitando mi cabeza, y yo no sabia que mas hacer, decidí salir a caminar, era una fría tarde de octubre, había neblina y ya se sentía el frio de noviembre, coloque mis manos en las bolsas de mi suéter y camine, intentando no pensar en nada, lentamente mi mente se fue despejando.

Lo había logrado ya sabía el día, el lugar y la hora a la que iba a regresar, me apresure a caminar a la casa, mi cerebro corría a mil por hora y mi cuerpo intentaba seguirle el paso, llegue a mi casa agitada, cansada, pero eso era bueno, la vieja Martha y la nueva Martha estaban exhaustas también, no lograron seguir el paso de mi cerebro, me quite el suéter, los zapatos y las calcetas, me recosté sobre la cama y cerré los ojos, me concentre en ese día.

Eran las cinco de la tarde, no había mucho frío, yo estaba sentada en un carro de color gris, el carro se movía a gran velocidad, Seth no quería devolverme al perro que él mismo me regalo, ni quería dejarme bajar del carro, cada vez manejaba mas rápido y en poco tiempo nos alejamos de la ciudad, me estaba secuestrando, a mi y a mi perro.

La Martha pusilanime y yo estábamos sentadas en el asiento trasero del carro, riéndonos de la cara de terror que la Martha del asiento delantero tenía, nosotras sabíamos como acababa esa historia pero ella no tenía ni la mas remota idea.

-Podrías dejar que me baje del carro, quiero irme a casa, Mushu y yo no queremos estar aquí.

-Mushu piensa lo contrario.

Me dijo mientras sonreía, el acaricio a mi perro, Mushu decidió mudarse a sus piernas, el pequeño schnauzer movía la cola con emoción, en ese momento mi propio perro me pareció el mas grande de los traidores. Llegamos a un pueblo cercano, el parqueó el carro a media cuadra de la entrada al cementerio, se bajo del carro y me dijo que podía quedarme a esperar en el carro a que él y mi perro volvieran o que podía bajarme con ellos.

Bajé del carro de mala gana y comencé a caminar, el me dio su suéter y lo tome porque allí si había frio, el empezó a caminar hacía el cementerio, y yo lo tuve que seguir, cruzamos todo el cementerio, mientras caminábamos yo solo deseaba salir de allí, los cementerios nunca han sido de mi completo agrado, el cementerio se acabó y llegamos a una colina que parecía ser el final del camino, pero de alguna manera el encontró un camino para subir esa empinada colina. Como era un caballero ofreció su mano para ayudarme a subir, yo casi muero por la emoción y las ganas de tomar su mano, añoraba sentir su piel, pero como padezco de orgullo agudo, decline su gesto y solo hice como si subir esa empinada colina donde no había nada de que sujetarse, y la tierra estaba suelta fuera la cosa mas fácil del mundo, al fin llegamos y le di gracias a Dios haber llegado hasta la parte de arriba sin haberme tropezado, caído o golpeado, mi corazón latía a mil por hora, porque aunque estaba molesta de estar allí, estaba feliz de estar con el.
El siguió caminando entusiasmado con mi perro entre sus brazos, llegamos a algo que parecía una mezcla entre un claro y un barranco, estaba rodeado de arboles y el césped se veía amarillento, se notaba que no había llovido en bastante tiempo, pero la vista era simplemente hermosa, él se sentó en la orilla y me conto porque le gustaba tanto ese lugar, pero esa historia le pertenece a él y yo no tengo derecho de contarla. Pude ver como Martha lloraba en silencio mientras nos veía caminando de regreso al carro, al llegar al cementerio nos dimos cuenta de que la puerta ya estaba cerrada. Yo no sabía como íbamos a salir de allí, cuando el tranquilamente camino nuevamente hacía la parte de atrás del cementerio, resulta que había un camino por donde no había puerta así que salimos por allí, llegamos al carro y subimos, yo le dije:

-Seth te voy a extrañar.

Acto seguido él empezó a llorar, me pidió disculpas por lo que había pasado y manejo hacía mi casa, me dijo que creía que contarme todo lo que él había pasado podría hacerme cambiar de opinión, lo bese tome a mi perro y baje del carro. Martha y yo despertamos en mi cama y las dos estábamos llorando. Las dos lo seguíamos amando con tanta intensidad como esa vez. Tenia que ayudarla a dejarlo ir, a no amarlo asi como ella lo amaba, pero aparentemente nisiquiera yo era capaz de hacerlo.

domingo, 28 de octubre de 2012

[ 8 ] La Martha que el dejo.


La Martha que el dejo, y me refiero a él solo como él porque solo recordar su nombre crea un vacío en mi estomago que me marea, esta Martha  era una Martha que no conocía, era una triste mezcla entre soledad, desolación y tristeza, envuelta en un aburrido saco de piel, después de amarlo intensamente como ninguna de las dos había amado antes él decidió alejarse y con eso basto para que mi alma se partiera en dos. 

Al principio no estaba segura de si en realidad existían dos Marthas, por instantes creía que me estaba volviendo loca, hasta que un día mientras me peinaba frente al espejo del baño pude ver una tenue aura amarilla que rodeaba mi cuerpo, en ese momento frente al espejo comencé a llorar desesperadamente, me quite la ropa y tome un baño pues creí que las alucinaciones habían alcanzado un nivel mas alto, termine de bañarme y al salir pase frente al espejo y pude ver un aura de color azul, así me di cuenta, habían dos almas navegando en mi cuerpo, como en una diminuta pecera de cristal, ambas luchaban por salir a flote.

Ahora habían dos Marthas y ninguna d ellas era yo. La Martha antes de el era una Martha fuerte, independiente, valiente, una mujer que no necesitaba abrazos o besos, era como una roca carente de sentimientos, que afloraban de vez en vez, cuando alguien lograba alcanzar su corazón. una Martha que se valía por si misma y una Martha que no conocía ni la tristeza ni la felicidad, una Martha extraña y rota que no sabia que era el amor.


La otra Martha, la que nació después de conocerlo, necesitaba de él, deseaba tenerlo siempre entre sus brazos, añoraba sus besos, sentía que no podía vivir sin sus caricias, los momentos que pasaba con él eran invaluables, esta Martha era capaz de dejar a un lado su orgullo y rogarle que no la dejara, ella soñaba con una vida junto a el, y esa fue la Martha que el me dejo cuando se fue. 



Esta mujer completamente desconocida para mi, me asustaba, la encontraba por los rincones de mi cabeza llorando a mares por él, todas mis ideas se encontraban empapadas en agua salada, y lentamente se iban perdiendo en un mar de tristeza, el mar de llanto abarcaba todos y cada uno de los rincones de mi cerebro y en poco tiempo descubrí que el agua de lágrimas es lo peor para las ideas, las hace mas lentas, las atonta, las hace mas pequeñas, multiplica su negatividad por cien, envuelve el cerebro en una capa de dolor impenetrable, yo no sabía como controlar a esta mujer que habitaba en mi cabeza, por instantes la Martha sin corazón volvía llenaba mi cabeza con ideas para deshacerme de la Martha pusilánime, así decidí nombrarla, el simple hecho de vivir de esa manera hacia que esta Martha fuera un insulso pedazo de humano, no había mejor descripción que pusilánime para ella.


 

De una u otra manera cada uno de los recuerdos y sentimientos que la Marhta pusilánime tenia de él, yo podía sentirlos, a veces me encontraba llorando mientras veía television, o mientras me duchaba, cuando me acostaba en la cama, sentía olor a él, hacia falta su presencia, mi cabeza se llenaba de desesperación, cada instante vivido con él me inundaba y nuevamente ella se sentaba en un recóndito lugar de mi cabeza a llorar, mientras ella lloraba yo intentaba con todas mis fuerzas consolarla, mientras la vieja Martha solo se enojaba y se sentaba en una esquina a hacer muecas con respecto a la situación, afortunadamente a esa Martha no le importaba tanto lo que sucedía, como si la independencia y la fuerza se le hubiera ido y en su lugar solamente hubiera quedado indiferencia. 

Decidí hacer un viaje para volver al día en que lo conocí,  el dia en que Seth llego a mi vida, fue la primera vez en la que sentí que la Martha pusilánime sonrío, estaba de hecho muy emocionada con el viaje, me pregunto si podía ir y yo le dije que el viaje era para ella no para mi, íbamos a reconstruir todo desde el inicio hasta el final, para encontrar la forma de arreglarla, porque ella estaba rota, mas rota que cualquier otra persona en este mundo. Empezamos las preparaciones para el viaje, le di instrucciones sobre como comportarse estando allí, y le recordé que solo podíamos ver, ella no estaba muy feliz con eso, creo que ella estaba perdiendo un poco la razón, la soledad la estaba matando, teníamos que partir pronto, antes de que ella muriera de soledad o se volviera loca por la tristeza.