La vieja Martha llevaba varios días pensando en mandar por correo a la Martha pusilánime a alguna isla desierta, yo seguía intentando pensar en una forma de empezar el viaje, el problema era que Martha pusilánime lloraba tanto que las ideas para viajar simplemente se humedecían y se ahogaban en mi cabeza, tenía que pensar en el momento exacto al que quería volver, habían tantos momentos perfectos para empezar que no sabía cual. Siempre supe que es mejor empezar por el inicio pero en este caso no estoy segura, si viajaba a ese inicio probablemente ni Martha pusilánime ni yo toleraríamos el viaje.
Mientras tanto en mi mente se encendían y se apagaban los vestigios de la felicidad que Seth llevo a mi vida, era una lucha entre la vieja y la nueva Martha. Poco a poco mientras me sumergía en los planes para viajar, la vieja Martha presionaba a Martha pusilánime para que intentara olvidar que efímera podía ser la felicidad, la nueva Martha lloraba por todos lados y no dejaba de reproducir imágenes en mi mente de Seth y ella.
Mi mente no dejaba de recordarme lo tonta que había sido al haber dejado mi corazón perdido por allí, y yo intentaba hacerle entender que él no estaba perdido, simplemente había decidido continuar su camino lejos de mi, como mis esfuerzos por planear el viaje eran infructuoso por los problemas de la lluvia de lagrimas, mi mente aprovechaba cada minuto de mi tiempo libre para dejar grabado en cada fibra de mi ser como no sentir era no vivir.
La situación empeoraba cada vez mas, eran demasiadas cosas habitando mi cabeza, y yo no sabia que mas hacer, decidí salir a caminar, era una fría tarde de octubre, había neblina y ya se sentía el frio de noviembre, coloque mis manos en las bolsas de mi suéter y camine, intentando no pensar en nada, lentamente mi mente se fue despejando.
Lo había logrado ya sabía el día, el lugar y la hora a la que iba a regresar, me apresure a caminar a la casa, mi cerebro corría a mil por hora y mi cuerpo intentaba seguirle el paso, llegue a mi casa agitada, cansada, pero eso era bueno, la vieja Martha y la nueva Martha estaban exhaustas también, no lograron seguir el paso de mi cerebro, me quite el suéter, los zapatos y las calcetas, me recosté sobre la cama y cerré los ojos, me concentre en ese día.
Eran las cinco de la tarde, no había mucho frío, yo estaba sentada en un carro de color gris, el carro se movía a gran velocidad, Seth no quería devolverme al perro que él mismo me regalo, ni quería dejarme bajar del carro, cada vez manejaba mas rápido y en poco tiempo nos alejamos de la ciudad, me estaba secuestrando, a mi y a mi perro.
La Martha pusilanime y yo estábamos sentadas en el asiento trasero del carro, riéndonos de la cara de terror que la Martha del asiento delantero tenía, nosotras sabíamos como acababa esa historia pero ella no tenía ni la mas remota idea.
-Podrías dejar que me baje del carro, quiero irme a casa, Mushu y yo no queremos estar aquí.
-Mushu piensa lo contrario.
Me dijo mientras sonreía, el acaricio a mi perro, Mushu decidió mudarse a sus piernas, el pequeño schnauzer movía la cola con emoción, en ese momento mi propio perro me pareció el mas grande de los traidores. Llegamos a un pueblo cercano, el parqueó el carro a media cuadra de la entrada al cementerio, se bajo del carro y me dijo que podía quedarme a esperar en el carro a que él y mi perro volvieran o que podía bajarme con ellos.
Bajé del carro de mala gana y comencé a caminar, el me dio su suéter y lo tome porque allí si había frio, el empezó a caminar hacía el cementerio, y yo lo tuve que seguir, cruzamos todo el cementerio, mientras caminábamos yo solo deseaba salir de allí, los cementerios nunca han sido de mi completo agrado, el cementerio se acabó y llegamos a una colina que parecía ser el final del camino, pero de alguna manera el encontró un camino para subir esa empinada colina. Como era un caballero ofreció su mano para ayudarme a subir, yo casi muero por la emoción y las ganas de tomar su mano, añoraba sentir su piel, pero como padezco de orgullo agudo, decline su gesto y solo hice como si subir esa empinada colina donde no había nada de que sujetarse, y la tierra estaba suelta fuera la cosa mas fácil del mundo, al fin llegamos y le di gracias a Dios haber llegado hasta la parte de arriba sin haberme tropezado, caído o golpeado, mi corazón latía a mil por hora, porque aunque estaba molesta de estar allí, estaba feliz de estar con el.
El siguió caminando entusiasmado con mi perro entre sus brazos, llegamos a algo que parecía una mezcla entre un claro y un barranco, estaba rodeado de arboles y el césped se veía amarillento, se notaba que no había llovido en bastante tiempo, pero la vista era simplemente hermosa, él se sentó en la orilla y me conto porque le gustaba tanto ese lugar, pero esa historia le pertenece a él y yo no tengo derecho de contarla. Pude ver como Martha lloraba en silencio mientras nos veía caminando de regreso al carro, al llegar al cementerio nos dimos cuenta de que la puerta ya estaba cerrada. Yo no sabía como íbamos a salir de allí, cuando el tranquilamente camino nuevamente hacía la parte de atrás del cementerio, resulta que había un camino por donde no había puerta así que salimos por allí, llegamos al carro y subimos, yo le dije:
-Seth te voy a extrañar.
Acto seguido él empezó a llorar, me pidió disculpas por lo que había pasado y manejo hacía mi casa, me dijo que creía que contarme todo lo que él había pasado podría hacerme cambiar de opinión, lo bese tome a mi perro y baje del carro. Martha y yo despertamos en mi cama y las dos estábamos llorando. Las dos lo seguíamos amando con tanta intensidad como esa vez. Tenia que ayudarla a dejarlo ir, a no amarlo asi como ella lo amaba, pero aparentemente nisiquiera yo era capaz de hacerlo.