martes, 19 de abril de 2011

[ 6 ] Cigarros y gomitas.

Empecé a caminar con rumbo a mi casa, sentí el fuerte impulso de pasar a una tienda y comprar un cigarrillo, esos pequeños hijos bastardos de la naturaleza que se encargan de contaminar los pulmones de miles de personas diariamente; me pare frente a la tienda y vi hacia dentro, vi mis zapatos, vi adentro, vi hacia el final de la calle y mientras mi mente y mi necesidad de nicotina peleaban, nuevamente un jovencito de ojos grandes iba sin prestar atención a su camino, sentí algo extraño un pequeño vacío en el estomago, un rayo de sol pego en mi espalda y el calorcito se sintió increíblemente placentero, por unos leves instantes pude notar que la pequeña parte que quedaba de mi corazón palpitaba rápidamente mientras él se acercaba a mí.

-Que no se dé cuenta de que estoy acá parada, y que choque contra mí. Que absurdas ideas, infantiles; me reí en voz alta, eso hizo que el levantara la mirada, sentí pánico e inmediatamente entre a la tienda. Me sentía tan cansada de mi repetitiva vida, aburrida y desesperada de mi forma de vivir, todo el tiempo sin sentir, sin comprender que era amor, que era querer.


-Tiene cigarros sueltos?

El señor de la tienda me vio de arriba abajo y asintió.

En ese momento el jovencito de los ojos grandes entro a la tienda se acerco al mostrador y me sonrió. Yo devolví la sonrisa

-Deme tres por favor.

-De cuáles?

-Marlboro rojo.

Parecía que el joven que estaba parado a la par mía quería decir algo, me veía de reojo como analizándome, o viendo mi cara, lo que sea que fuera dejo de verme de reojo y empezó a verme fijamente, antes de que el pudiera decir cualquier cosa, el señor de la tienda me llevo los tres cigarros, los tome, dije gracias y salí rápidamente de allí, solo pude escuchar su vos un poco aguda que decía:

-Una bolsa de gomitas por favor.

Por las prisas había olvidado pedir algo para encender los cigarros, un encendedor o fósforos, me vi en la necesidad de entrar a otra tienda, afortunadamente no tuve que comprar nada porque la señora de esa tienda tenía una vela encendida, cerca de una canasta llena de tamales y tortillas, supongo que era para ahuyentar a las moscas; me agache un poco y encendí el cigarro, iba saliendo de la tienda cuando de la nada tope con alguien un poco alto que olía como a almendras y jabón, era el mismo jovencito, sentí como mi cara se calentaba, me estaba sonrojando.

-Lo siento. Musite con timidez.

-Dale, esta bien. Me llamo Andres.

Demasiado protocolario pensé, pero que rayos -Yo soy Martha.

-Fumas mucho?

-No, por qué?

El señalo mi mano, y me di cuenta de que allí estaba el cigarro, levante mi pie derecho y con la suela de mi zapato le arranque la parte encendida, sonreí bobamente mientras guardaba el cigarro en la bolsa de mi sweater.

-Fue un deseo momentáneo de fumar.

-Quieres una? Dijo mientras extendía su mano hacia mí, en ella había una bolsa de gomitas de colores, tome una, y nuevamente sentí un vacio de felicidad en mi estomago. No podía dejar que siguiera sucediendo eso.
-Lo siento me tengo que ir, me están esperando en casa para comer, pero fue un gusto conocerte, mis mejillas todavía se veían rosadas y la imagen del joven colocho de ojos grandes no se salía de mi cabeza; ahora la imagen ya tenía
nombre, Andres.