lunes, 5 de diciembre de 2011

[ 7 ] Lentes rectangulares, cedro y suavizante.

No era la primera vez que pasaba, conocía a alguien e inmediatamente lo borraba de mi memoria, era la magia de mi cabeza (como la de cualquier otra cabeza) como borrar archivos de una computadora, el fiasco de las gomitas había dejo de existir en mi cabeza. 

Era una noche estrellada de finales de octubre, yo estaba acostada en mi cama leyendo el Viejo y el mar, Hemingway siempre me hace sentir bien antes de dormir, termine el último párrafo y cerré el libro en la pagina cuarenta y cuatro, acomode mis almohadas y cerré la ventana de mi cuarto pues el frio de noviembre ya se empezaba a sentir, vi el techo un largo tiempo abrí mis ojos y me encontré sentada en el césped de un lugar extrañamente familiar, me puse de pie y vi alrededor, no estaba sola había alguien junto a mi, y esa persona sostenía mi mano con fuerza.  


Joaquín era su nombre, y no era como los demás Joaquines que yo había visto, conocido o escuchado, el era como un pequeño gato valiente y asustadizo, la mezcla perfecta de ternura y gracia, tan espontaneo e ingenuo, era tan fácil de entender, cualquiera podría quererlo en instantes solo con escuchar su risa contagiosa y ver sus enormes ojos color avellana, se sentía bien estar junto a él, era como si él me conociera sin conocerme, sus enormes ojos se aculataban tras sus lentes rectangulares, su pelo era rizado y tenía una desprolija y atractiva barba, su ropa olía a cedro y suavizante, y su boca, su boca sabía a menta y cerveza.
Mis manos se sentían tan bien entre las suyas, un calor agradable inundaba todo mi cuerpo, por ese ligero contacto con él, eran vestigios de felicidad. Me estaba quedando claro que parte de mi corazón seguía aquí, casi imperceptible. Pero estaba aquí.  
Me recosté y vi al cielo, estaba nublado y  no se podía ver la luna, el viento daba en mi cara, sentí placer, hacía muchísimo tiempo que no sentía placer, recosté mi cabeza sobre su brazo, y una lagrima rodo por mi mejilla.

-Por qué lloras?

-No lo sé, creo que simplemente extrañaba sentir.

-Tranquila esto es solo un sueño, cuando despiertes mañana dejaras de sentir nuevamente y todo volverá a la normalidad.

-Lo se, por eso lloro, extraño los pequeños sentimientos que solían parecer absurdos.

-Si, te entiendo.

 No quería volver a sentir, pero era extrañamente agradable, se me hizo un chirmol en la cabeza, estaba tan asustada y a la vez tan feliz, quería salir corriendo, entonces recordé, es un sueño, esta persona no existe, no me siento así en realidad. Abrí los ojos, y estaba acostada en mi cama, viendo al techo, la mala costumbre de revisar mi teléfono llego nuevamente en el momento menos indicado, era un mensaje, decía:

-Feliz noche… ya me debes un chocolate… será helado. Era Joaquín. Pude sentir como mi corazón se estremecía, un calorcito se apodero de mi nuevamente. Estaba aterrada. 

martes, 19 de abril de 2011

[ 6 ] Cigarros y gomitas.

Empecé a caminar con rumbo a mi casa, sentí el fuerte impulso de pasar a una tienda y comprar un cigarrillo, esos pequeños hijos bastardos de la naturaleza que se encargan de contaminar los pulmones de miles de personas diariamente; me pare frente a la tienda y vi hacia dentro, vi mis zapatos, vi adentro, vi hacia el final de la calle y mientras mi mente y mi necesidad de nicotina peleaban, nuevamente un jovencito de ojos grandes iba sin prestar atención a su camino, sentí algo extraño un pequeño vacío en el estomago, un rayo de sol pego en mi espalda y el calorcito se sintió increíblemente placentero, por unos leves instantes pude notar que la pequeña parte que quedaba de mi corazón palpitaba rápidamente mientras él se acercaba a mí.

-Que no se dé cuenta de que estoy acá parada, y que choque contra mí. Que absurdas ideas, infantiles; me reí en voz alta, eso hizo que el levantara la mirada, sentí pánico e inmediatamente entre a la tienda. Me sentía tan cansada de mi repetitiva vida, aburrida y desesperada de mi forma de vivir, todo el tiempo sin sentir, sin comprender que era amor, que era querer.


-Tiene cigarros sueltos?

El señor de la tienda me vio de arriba abajo y asintió.

En ese momento el jovencito de los ojos grandes entro a la tienda se acerco al mostrador y me sonrió. Yo devolví la sonrisa

-Deme tres por favor.

-De cuáles?

-Marlboro rojo.

Parecía que el joven que estaba parado a la par mía quería decir algo, me veía de reojo como analizándome, o viendo mi cara, lo que sea que fuera dejo de verme de reojo y empezó a verme fijamente, antes de que el pudiera decir cualquier cosa, el señor de la tienda me llevo los tres cigarros, los tome, dije gracias y salí rápidamente de allí, solo pude escuchar su vos un poco aguda que decía:

-Una bolsa de gomitas por favor.

Por las prisas había olvidado pedir algo para encender los cigarros, un encendedor o fósforos, me vi en la necesidad de entrar a otra tienda, afortunadamente no tuve que comprar nada porque la señora de esa tienda tenía una vela encendida, cerca de una canasta llena de tamales y tortillas, supongo que era para ahuyentar a las moscas; me agache un poco y encendí el cigarro, iba saliendo de la tienda cuando de la nada tope con alguien un poco alto que olía como a almendras y jabón, era el mismo jovencito, sentí como mi cara se calentaba, me estaba sonrojando.

-Lo siento. Musite con timidez.

-Dale, esta bien. Me llamo Andres.

Demasiado protocolario pensé, pero que rayos -Yo soy Martha.

-Fumas mucho?

-No, por qué?

El señalo mi mano, y me di cuenta de que allí estaba el cigarro, levante mi pie derecho y con la suela de mi zapato le arranque la parte encendida, sonreí bobamente mientras guardaba el cigarro en la bolsa de mi sweater.

-Fue un deseo momentáneo de fumar.

-Quieres una? Dijo mientras extendía su mano hacia mí, en ella había una bolsa de gomitas de colores, tome una, y nuevamente sentí un vacio de felicidad en mi estomago. No podía dejar que siguiera sucediendo eso.
-Lo siento me tengo que ir, me están esperando en casa para comer, pero fue un gusto conocerte, mis mejillas todavía se veían rosadas y la imagen del joven colocho de ojos grandes no se salía de mi cabeza; ahora la imagen ya tenía
nombre, Andres.

jueves, 10 de febrero de 2011

[5] El segundo viaje.

Estaba en un terreno boscoso, un tanto lodoso, como si hubiera llovido hace tan solo un par de horas, aunque no había ni una sola nube gris en el cielo; podía ver a un monstruo peludo que engullía algo de una forma que parecía ser compulsiva, como una maquina, no logre distinguir que era lo que estaba comiendo, empecé a caminar en dirección al monstruo, con el firme propósito de descubrir que era lo que tan energéticamente comía, el volteo y fijo sus ojos en mi, continúe caminando en esa dirección, mis pasos cada vez eran mas lentos, temerosos y cortos, uno de mis pies se atasco en una rama, yo comencé a jalonear, mi pie empezaba a destrabarse cuando…
Airwaves beam from the light on the tower, Get my kicks from your eleventh hour, Won't you gimme some more, Riot on the radio, Burning up, say my mind's on fire,A talk talk speaker on the end of the wire... encogí mis piernas hacia mi pecho y cubrí mi cabeza con las chamarras, pero cada diez segundos el volumen de la musica aumentaba, en menos de dos minutos el sonido había aumentado hasta el máximo, saque mis manos de las chamarras nuevamente buscando el control, que siempre se pierde en los momentos más inoportunos, busque sobre la mesa que estaba a la par de mi cama, la madera estaba fría e hizo que toda mi piel se erizara, busque a tientas sobre la mesa y reconocí el libro que aunque era un libro estaba muy tibio, un cuaderno de espiral, un par de crayones, un borrador y un portaminas, pero no estaba el control.



Empecé a sacar lentamente una de las piernas de entre las chamarras, con la misma lentitud y pereza saque la otra pierna, me coloque las pantuflas, todavía no estaba lista para salir de la cama, en ese momento mi celular empezó a sonar, y por alguna razón que no recuerdo el celular estaba del otro lado de la habitación, justo donde estaba el estéreo.


Camine mas dormida que despierta por la habitación, le di un pequeño golpe al botón de apagado del estéreo, y tome mi celular: una llamada perdida, era de un número desconocido, tome mi celular y camine hacia mi cama, se veía más apetecible que nunca, la chamarra de color beige con franjas naranjas y sobre esas franjas estampados de hojas, combinaba a la perfección con mis cortinas de hojas y mi cuarto color beige, era tan armonioso, tan agradable, que simplemente provocaba volver a acostarse y perderse en la blancura del techo.

Recordé lo que estaba soñando antes de despertar, y pensé en lo horrible que sería volver a toparme con ese monstruo repulsivo, di un par de vueltas por el cuarto, sin saber en verdad que era lo que hacía, me senté en el sofá que estaba situado a un lado de la cama, subí mis piernas y las entrelace, recosté mi cabeza en el respaldo, un sentimiento extraño me invadió, tope con una superficie dura y fría, alce mi mano derecha y tome esa cosa que se interponía entre mi comodidad y yo, era el control del estéreo.


Tome mi toalla y camine al baño, tome una ducha larga, no estaba la satisfacción de permanecer bastante tiempo bajo el agua caliente, sin embargo permanecí cuarentaicinco minutos allí, esperando un indicio de satisfacción, de placer, de gozo, de alegría, de tristeza, de lo que fuera, pero no sucedió nada. Entonces pensé, si una ducha no me hace sentir nada, ni el sol en mis pies ya no podría sentir felicidad al comerme un helado, no podría llorar frente a la televisión mientras me sumerjo en la banalidad de una película romántica … intente disipar esos pensamientos, salí del baño y me fui a cambiar, me puse mis tenis de bolitas verdes con blanco y negro, un pantalón roto, una blusa negra y un par de aretes negros, era domingo, y no tenia absolutamente nada que hacer. Decidí dar un paseo por el parque, era muy temprano aun y había una gruesa capa de neblina que lo cubría todo, me coloque dos sweaters y una bufanda antes de salir.

Comencé a caminar hacía el parque cuando entre toda la neblina mis ojos se cruzaron con alguien, era un joven, delgado, moreno, de pelo rizado y ojos grandes, era hermoso, pero nuevamente no sentí nada, aunque me resulto divertido imaginar cómo sería si esos grandes ojos color almendra estuvieran frente a mí, y yo pudiera sentir el corazón latiendo a mil por hora, mientras me sudaban las manos, e intentaba articular palabras para poder mantener una conversación con dicho joven, sonreí y continué mi camino, mientras veía desvanecerse la posibilidad de volver a querer.

De todas formas si volviera a amar, me volverían a lastimar, entonces es mejor estar así, me dije a mi misma de una forma muy convincente, me senté en una de las bancas del parque mientras veía como unos pequeños rayos de sol se colaban entre las nubecitas de neblina, la luz era brillante y cálida, un rallo de luz llegó hasta mis ojos, nuevamente frente a mi se planto la imagen de la casa que había visto el día anterior, decidí esperar a ver que pasaba, no quería forzar el viaje en el tiempo, de un momento a otro pude escuchar lo que la persona que estaba parada afuera de la ventana me estaba diciendo, su voz era tenue, como si no quisiera que nadie mas escuchara:

- no llores, me decía mientras acariciaba mi mano.
- todo va a estar bien, repetía mientras sobaba mi pelo.
-te quiero, dijo viéndome a los ojos.
-sos la mejor amiga que tengo, me enoja tener que verte así por cosas que no valen la pena, mira salí de allí, vamos por un helado de chocolate, tu favorito.

Pude ver como la joven sonreía y caminaba hacía la puerta dando saltitos, con lagrimas en los ojos pero feliz, salió de la casa y dijo:

-Bueno de todas formas solo es un tropiezo, las cosas siempre cambian para mejor, verdad?
-Sí. Contesto el joven.

Qué era lo que me había pasado? Por qué había regresado específicamente a ese momento y a ese lugar? Por más que lo intentaba no era capaz de recordarlo, me quede sentada cerca de la ventana, acariciando al perro, intentando desesperadamente recordar que era lo que había pasado. No lo logre, lo único que logre fue entender porque cada vez que me siento triste como helado, claro, durante todos mis años de amistad con Fernando siempre me llevaba a comer helado cuando yo no me encontraba bien.

En un abrir y cerrar de ojos yo estaba nuevamente en el parque, ya no había neblina y el sol se posaba sobre mi cuerpo como una manta mullida y cálida, haciendome sentir tibia, nuevamente no sentí placer alguno. Me levante rápidamente y comencé a caminar hasta mi casa, tenía que recordar que era lo que me había pasado, y solo había una persona que podía recordármelo, era momento de volver a hablar con él.