jueves, 14 de octubre de 2010

14vo. La primera noche de waffles.

Sonreí sarcásticamente y lentamente comencé a caminar por un sendero lleno de lodo, extendiste tus manos para guiarme al caminar entre la tierra fangosa que conformaba todo el terreno, con excepción de pequeños pedazos de tierra que la lluvia no había logrado ablandar. Durante unos instantes pude sentir como sus manos se entibiaban por el contacto con las mías. Tus dedos temblaban de forma casi imperceptible entre mis manos, tus pies se posaban firmemente sobre los pedazos secos del suelo, de vez en vez notaba como tu cabeza giraba un poco para verme, sonreías por lo bajo, y seguías caminando, con esa seguridad que te caracteriza, que ni siquiera tu sabes que tientes, pero que yo note desde la primera vez que te vi.

Llegamos a un pedazo asfaltado, y continuamos caminando, tu piel color leche con chocolate se torno un poco más clara por la luz de la luna, tu pelo color azabache parecía brillar, tus ojos color moca, ese color que me encanta porque está en ti, ese color que adorna tu mirada penetrante y honesta, no lograba articular palabras frente a ti, mi mente se llenaba de ideas, pero mi boca no emitía ningún sonido, seguimos caminando en silencio, mientras yo deseaba poder decir algo, decir cualquier cosa, eran momentos tan desesperados, toda mi elocuencia y mi ingenio sucumbieron ante el nerviosismo que me provocaba caminar de tu mano, no era capaz de ver tu rostro, pero sabía que estabas sonriendo.

El camino asfaltado se acabo y nuevamente había lodo en el camino, tu intentabas armar conversaciones banales, pero yo parecía un florero, con la boca abierta pero incapaz de decir una sola palabra, llegamos a las rejas de la casa y entramos, colocaste de forma delicada y cariñosa tu mano sobre mi hombro y sonreíste, si antes no era capaz de articular palabras ahora había quedado completamente muda, tu sonrisa era increíble, indescriptible, tan honesta, tan perfecta, tan todo, que no me alcanzarían los adjetivos para describirla, me perdí en tus ojos color moca, tu piel achocolatada y tu sonrisa indescriptiblemente indescriptible. Me miraste con ternura, sobaste mi mentón y me abrazaste, despegaste tu cuerpo del mío y me incitaste a seguir caminando, yo estaba petrificada, estaba tan perdida en la emoción de sentirte junto a mi, que era incapaz de mover un solo musculo, no quería que esos instantes terminaran, escuche algo parecido al croar de una rana, mi mente despertó de la hipnosis en la que me había sumido, un pánico terrible se apodero de mi mente y camine con gran velocidad, llegamos pronto a la casa, entramos y pasamos directo al cuarto.

Nos acurrucamos pensando en waffles, mi cabeza estaba sobre tu pecho que cada vez se inflaba y se desinflaba mas rápidamente, mis manos se escurrieron debajo de tu playera y con un movimiento lento y firme, mis labios se posaron sobre los tuyos, lentamente bese cada centímetro de los mismos, procurando que no se quedara ni un solo centímetro sin ser besado, te despoje de tu ropa y te arrastre hacía mi, tu respiración y mi respiración se volvieron una sola, tus labios y los mios bailaban al ritmo de nuestras caricias, cada vez los movimientos se fueron haciendo mas intensos, por momentos colocabas tu dedo sobre mi boca para silenciar mis gemidos, el baile se fue haciendo todavía mas imperioso y urgente, mis manos se aferraron a tus brazos, intente controlar a mis dedos para no desgarrarte la piel con mi placer, pero fue en vano, me aferre a tu espalda y me deje llevar por las estrellas que veía en mi mente, estaba anegada de ti, por breves segundo, mi cuerpo se lleno de un calor indefinible.

Coloque mi brazo sobre tu pecho, e intente cerrar los ojos para descansar unos instantes antes del amanecer, mi corazón latía millones de veces por segundo, la emoción era tal, que no fui capaz de conciliar el sueño, solo podía contemplar tu silueta en la penumbra, ver tu cara sumida en la dicha de soñar y desear que esa noche jamás terminara.